El elefante de Portugal (II)

Saramago explicó que hace unos años no habría podido escribir El viaje del elefante. Y nadie mejor que él para juzgarlo. Durante su convalecencia, según contó, se produjo una suerte de temblor de tierra interior que trajo a la superficie sedimentos lingüísticos de otras épocas de su vida, como por ejemplo adjetivos que ya había relegado y que cayeron en desuso en su inconsciente profundo. Declaró, como defendiéndose, que en su novela no pretendió hacer una reconstrucción lingüística del siglo XVI: “Cada libro quiere ser escrito de una forma determinada”, sostuvo.

“El lenguaje de El viaje del elefante sorprendió –dijo Saramago- al autor mismo. ¿De dónde ha resurgido? Fue como si esas palabras me hubieran dicho: por favor úsanos ahora, seguimos vivas, ponnos en tu historia.”

Los datos históricos de la travesía del elefante hasta Austria, recogidas por Saramago, cabían en una sola hoja. Por eso él y Pilar se ven molestos porque en la prensa han leído que más que novelista, Saramago ofició de relator de hechos reales. Urgen aclarar que el 99 por ciento de las aventuras de Salomón, y su periplo trasalpino, son producto de la paquidérmica imaginación del Nóbel portugués.

"Es un libro de imaginación y de invención constantes" y aclara que de todas sus obras, es la que "mayor capacidad inventiva contiene".

Luego, impasible, como un niño que ignora estar cometiendo una travesura, el luso narró a los periodistas el final de la historia. “Es al único autor que le permitimos hacer eso, que cuente el final”, bromeó su editora española con fondo de excusa. El final fue lo que motivó, reveló Saramago, que escribiera esta historia.

“Este no es un libro mejor o peor. Es otra cosa”

La idea del libro comenzó a madurar desde que vio colgada, hace unos diez años en un restaurante de Salzburgo, llamado -El Elefante- un friso de pequeñas esculturas figurando la caminata de un elefante desde Lisboa hasta Viena.

A mediados del siglo XVI el rey de Portugal Juan III busca un regalo para su primo, el archiduque Maximiliano de Austria. Siguiendo el consejo de su esposa doña Catalina de Austria, hermana menor del Emperador Carlos V, decide ofrecerle un elefante llamado Salomón que debe entonces recorrer parte de Europa, durante el invierno, a causa de absurdas tácticas de poder. “Es fácil relacionar el libro con la vida humana”, reitera Saramago, ya que "no sabemos muy bien adónde nos llevan".

Al final, como si le lastimara partir y habiendo ya aceptado la presencia de los fotógrafos, José Saramago, que según los rumores un lapsus calami en el registro civil le libró de llamarse José Sousa, abrió finalmente un paralelo entre su novela, la memoria individual y colectiva, y su propia vida:

“Para vosotros este elefante ya no existía. Si yo no hablara de mis padres nadie les recordaría. Mi abuelo murió en 1968. La cantidad de años suficiente para entrar en un olvido total. Cuando hablo de él, y es justificado, lo mantengo vivo pero también lo presento a vosotros. El hombre más sabio que conocí no sabia leer ni escribir. Jerónimo, de alguna manera, ha resucitado mientras les hablo y con 86 años sigo siendo su nieto.” Para eso resistió Saramago a la muerte, para contárnoslo.

Commentaires

Anna a dit…
Il est vraiment super ton article mon amour! Des petites traces d'éléphant un peu partout, c'est génial! Ca donne envie de lire le livre, et surtout de voir en chair et en os ce personnage qu'est Saramago! J'aimerais bien que tu me traduises ce que tu a écris sur son visage quand les photographes le prennent en photo au début?
Besitos de tu 'risitos lindos'
Attente d'infini a dit…
Jeune homme!
Je vois que vous ne répondez plus aux messages, cela est fort désagréable, voire désobligeant! Je vous prie d'avoir la gentillesse - et le tact - de répondre à une gente dame comme moi au plus vite!
Vôtre,
Comtesse

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