El juego (II)

Todo está ya en mí. Incluida esa noche en el salón de juego y más tarde en la callejuela donde te gané una cita romántica a las cartas. Te repito que todo está ya inscrito en nosotros.

-¿Por cuál misterio anhelamos pasar la vida con una persona en lugar de otra? -se preguntaba también mi padre, siempre obsesionado por comprender el mecanismo oculto del amor. Pretendía, si cabía, tejer un sistema racional para explicárselo y darlo a entender a la humanidad entera. Así buscaba revelar lo impenetrable. Como ése amor por su mujer que duró más de medio siglo.

Seguro que ya no buscaba responder a esta cuestión cuando murieron abrasados, tras ingerir cada uno dosis mortales de barbitúricos. Ella pesaba a penas unos cuarenta kilos y decía -en voz muy baja- que su conciencia se desvanecía ante el dolor. Que todo era dolor y solo podía pensar en él. Incluso cuando lo padecía menos, la invadía el temor de su regreso.

No lograba imaginar su vida de unos meses antes, cuando todavía la enfermedad le permitía levantarse y pasear por el jardín. Esto era lo que menos soportaba. Que la enfermedad decidiera por ella, una mujer que siempre decidió por ella misma. Esa presencia fantasmal que era la enfermedad le estaba devorando la cabeza sin que nadie pudiera impedirlo. “He perdido esta partida y ni siquiera me han repartido las cartas”, decía a mi padre que como el amor, no logró comprender nunca el dolor.

Commentaires

Attente d'infini a dit…
Quelle beauté ce jeu.
Cela me rappelle un certain monsieur Gorz et sa dame Dorine, l'amour de sa vie.. me trompe-je?
Je suis dans la hâte de lire la suite de ce mystérieux jeu dont je ne saisis malheureusement pas les finesses à cause de mes lacunes dans la belle langue musicale qu'est l'espagnol. Je perçois tout de même un air ancien, tel celui des villes de mer vécues l'hiver ou encore des pas de hauts talons une nuit de pluie.
Tendrement votre,
Mme la Comtesse

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